Friday, June 02, 2006

Musica de Alas

C

Tenía dientes blancos
y la veía correr cuando caminaba
volar cuando corría
la confundí con un pájaro
le fuí entregando los días como arroz
era un espejo que se miraba en el agua
se fue como el sol por el camino de la tierra

NORWELL CALDERON ROJAS
(Colombia, 1962)


VIENDO UN AVE EN LA PLAYA

No es un cuerpo lo que a tu lado encuentras
sino la ausencia del cuerpo.
Un vacío que no es bastante tu voluntad
para llenar:
cuerpo de la oscuridad que ninguna luz
salida de tus manos
podrá hacer más clara.

Tu imagen gira hacia su desaparición
y por más que los brazos se acercan a las cosas
ellas resbalan entre los dedos,
las cosas, los dedos, las playas de la noche.

No es una voz lo que a tu lado escuchas
sino tu deseo de una voz.

Nada has tenido, nada fue realidad;
no has hecho más que dar vida
a figuras nacidas de tu sueño.
Falsas, idas antes de ser,
cristales esparcidos en la arena
donde un ave picotea.
El cuerpo en los caminos rotos ya por la lluvia.
Un ave que pronto morirá.

VICTOR FOWLER CALZADA
(Cuba, 1960)


SUEÑOS

Imagínense un cuerpo
con muchos miembros pensantes
Pascal


Huyo de un enemigo cuyos brazos terminan en garras. Huyo convencido de que, si éste apurara el paso, en pocos segundos me daría alcance. Pero no se da prisa, tarde o temprano va a hacerlo, sin que tenga que estirar los brazos ni sacar las garras. La sola idea de que soy perseguido acabará venciéndome. Y estaré allí, tirado en la vía, listo para comprobarlo.

Llegamos a un paraje donde hay unas ruinas. Están en el espacio flotando de tal forma que semejan una configuración de lo invisible: como no las vemos, su realidad se reduce a las palabras que, para describirlas, oímos a alguien de nosotros a quien tampoco vemos. Podemos agregar, además, que si las viéramos tampoco sabríamos decir que corresponden a lo que se nos dice de ellas.

Por el tubo de la manguera, puesto boca arriba, dicen que se reciben noticias del cielo. Hay quienes las reciben de sus parientes, cuando alguno de ellos muere lejos. Pero yo me contentaría con oír al viento traerme novedades de los pájaros y que pudiera escuchar el canto de éstos como si fueran poemas. Incluso sin necesidad de emplear manguera.

JUAN CALZADILLA
(Venezuela, 1931)


HALCON O FLECHA PARA LA CAZA


1

El arco dispara la flecha
y el arquero está en la flecha
uno con ella en el espacio del aire
dilatándose inmóvil.
Blanco de su flecha.
Uno.

2

El cielo está en la flecha
pero ella no lo sabe.
Lanzándola el cazador
lanza su alma
espera que la punta
llegue a tocar el cielo.


3

La densa luz del aire
oculta un punto
en donde el aire se abre
en canal y surtidor
de luz irresistible.
A ese punto apunta el ojo
detrás de la flecha infatigable
inmóvil.

4

En la tensión del cuerpo
desaparece el cuerpo.
Mano arco ojo fecha
uno es el intento y lo buscado.
Todo es uno al ser llegado.


5

Mancha de luz entre las nubes
cansado sol de invierno:
un amoroso ojo quiere
sostenerte y esperarte.
No es tregua la palpitante espera.


6

Disipado el oro entre las nubes.
El ojo del cielo ciego.
Qué mira la mirada
que el ojo de la altura no sostiene.


7

Blanco sin alegría y sin relieve
cielo propicio a la muerte casual
del ave solitaria
alcanzada sin gloria y sin destino.


8

Encapuchado el halcón
atento viaja.
La libertad será
obediencia a un querer
desconocido.


9

La sangre anuda desde el aire
un lazo con la tierra.
El vuelo que se acorta
besa la distancia al infinito.


10

Halcones sin sospecha
pasan sobre la presa
destinada.
No detienen el vuelo
por prolongar la espera.


11

El cazador lacera la carne
en el deseo.
Se aleja de sí
con el halcón que vuela.


12

La alta roca esconde
trampas
minuciosamente preparadas.
El pie del cazador se adorna
con la sombra del ala.


MARTHA CANFIELD
(Uruguay)


GOLONDRINAS

Que me busquen mañana.
Hoy tengo cita con las golondrinas.
En las plumas mojadas de la primera lluvia
llega el mensaje fresco de los nidos celestes.
La luz anda buscando un escondite.
Las ventanas voltean páginas fulgurantes
que se apagan de pronto en vagas profecías.
Mi conciencia fue ayer un país fértil.
Hoy es campo de rocas.
Me resigno al silencio
pero comprendo el grito de los pájaros
el grito gris de angustia
ante la luz ahogada por la primera lluvia.

JORGE CARRERA ANDRADE
(Ecuador, 1903 - 1978)


Hecho de ángeles sube el ruiseñor
semejante a mi medida.
Ha escapado de una jaula vacía
hacia algo que ni él mismo conoce,
convertido ya solamente en canto y ave.
Pequeño ruiseñor,
¿por qué vuelas en alas desechas
y nos miras con frágiles ojos?
¿Somos tu paisaje, acaso?
¿Lo somos?

GELINDO CASANOVA
(Venezuela)


LA VENDEDORA DE AVES

No contenta con la venta de gorgojos, ajos, liros
Y alacranes de colores agrios,
La mujer se convirtió en vendedora
De aves de mal agüero, pájaros carnívoros,
Murciélagos y mariposas de lentos adagios.

Poco satisfecha, al son del presagio de los cantos,
Intentó penetrar en el infierno
Para capturar el vuelo de las aves rojas
Y llevarlo envuelto con flores de álamos
Al lugar donde procura hallar el paraíso.

GABRIEL ARTURO CASTRO
(Colombia)


RUTA DE LAS FABULAS

Y agonizan
y mueren
los ennegrecidos
pájaros
en los surcos
de la sangre.

Y agonizan
y mueren
las preñeces del pensamiento
en la semántica memoria
y el
espiral de arterias.

GRACIELA CENTENO
(Argentina, 1933)


EL CASO DEL PAJARO ASESINADO

Nunca sabremos, nunca,
Por qué razón un día
Esas luces temblaron levemente;
Fue una llorosa espuma,
Una brisa más grande, nada acaso.
Sólo las olas saben.

Por eso hoy muestran desdeñosas
Su color de miradas,
Su color ignorante todavía, aunque un recuerdo
Les cante algo, algo levemente.

Fue un pájaro quizá asesinado;
Nadie sabe. Por nadie
O por alguien quizá triste en las piedras,
En los muros del cielo.

Mas de ello hoy nada se sabe.
Sólo un temblor de luces levemente,
Un color de miradas en las olas o en la brisa;
Tambien , acaso, un miedo.
Todo, es verdad, inseguro.

LUIS CERNUDA
(España, 1902 - 1963)


VUELO

Valen más cien pájaros que vuelan contra el viento,
que rompen la gravedad de ese cielo soberbio
en donde no hay lugar para otra pregunta;
abandonados a sus alas y al amparo del aire,
confiados en la fuerza de su sangre,
apenas suspendidos del paisaje,
de la mirada que se alza con ellos;
valen más, mucho más, cien pájaros en vuelo
que uno solo dibujando una curva descendente
en el centro de un ojo abominable,
que un pájaro en la mano temblando de terror,
de tierra, de persona.

LUZ HELENA CORDERO
(Colombia, 1961)


Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol

o tal vez
el amor.

JULIO CORTAZAR
(Argentina, 1914 - 1984)


NO OIGO MAS QUE EL VUELO

No oigo más que el vuelo
de blancas palomas
y el arco iris traspasa los árboles
ahora que el día arrastra
el paisaje que trae tu nombre
miro los gorriones que tocan a mi puerta
y tiemblan mojados por la lluvia
porque no tengo más amor
que esta llama que enciende el rojo trono
para tu corazón para tu cuerpo
que escapa como un pájaro
porque yo protejo tu pie contra la soledad
En la agonía de las horas te escucho
Y digo ven miremos las estrellas más brillantes
una será tu dicha otra será mi esperanza
porque yo haré una gran muralla contra el viejo lobo
y llamaré a los niños para que se rían de nosotros
y de esta gran locura
porque quiero el ancho cielo que nace de ti
cuando los días estallan como girasoles
y el viejo lobo cae.

DAVID CORTES CABAN
(Puerto Rico, 1952)


LOS PAJAROS

A Vicente Aleixandre

He conocido pájaros.
Los he visto aparecer veloces en la luz, inquietos,
con sus picos, alados picos camino de estaciones nuevas;
en su dolor, altísimos, remontar las plumas,
abrir ríos en el vuelo, descubrir de vez en cuando América
y construir caracolas para llevar memorias de astros.
Y eran tristes: parecían el crepúsculo.
Por eso el pájaro de la tarde es el crepúsculo.

Estar con ellos
y avanzar en un claro silencio de diamantes
como hojas en huída, dejando los árboles a pie,
es seguir al amor; es saber la amante en la ciudad
y rodearla de calles; es poseer la palabra, saberla
capaz de destruirse en los labios
y no encenderla hasta en la hoguera, junto a las águilas.
No basta volar, saber cantar cuando se es pájaro.

Yo quise comprender uno: lo atraje
casi diciéndole que yo existía
y se echó a volar entre la sangre
donde se hizo sueño y movimiento.
¡Y se ahogó de pronto en una lágrima!
Por eso ahora comprendo que el pájaro
es el hermano menor de las estrellas.

¡Cuán difícil es ser pájaro!
Una vez hubo alguno con trenzas de luz entre su silbo
y llevaba el paraíso en el plumaje.
Pero este otoño es triste: el sol
ha dorado los pájaros,
y por tierra yacen,
emplumados, los silbos.

EDUARDO COTE LAMUS
(Colombia, 1928 - 1964)


Búscame la torcaza
Síguela escúchala
Acércala al oído
Donde está el abismo

Entre lo que escribo
Y lo invisible
Ese grito
Por el rastro con que siento mi cuerpo
Ese nombre de herida
Esos ojos con tanto nada de verano

Hazme señas que ya vino
Que vuelve por mí
Por lo profundo
Para esperarla en la puerta
Y ponerme eterno.

LUIS ALBERTO CRESPO
(Venezuela, 1941)


EL CEMENTERIO DE LOS PAJAROS

Arribé al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol.
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.

Con débil brazo
moví los remos
y di la espalda
al cementerio
del canto.

PABLO ANTONIO CUADRA
(Nicaragua, 1912 - 2000?)


PLANEADOR

Mientras te elevas como en busca de dios,
avión miniatura, come gusanos,
mientras desconocemos tu nombre
verdadera gaviota te diremos.

MARGARITO CUELLAR
(México, 1956 )

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